Los trabajadores rurales dependientes, por ser el eslabón más débil de la cadena del trabajo rural, son los que sufren las mayores consecuencias de las fluctuaciones económicas y de los cambios en el desempeño laboral, casi nunca favorables a su condición como tales, a diferencia del grueso de los otros sectores, que en los últimos años se han visto beneficiados económicamente. En la actualidad, la fuerte polarización de ingresos que media entre los trabajadores y sus empleadores -productores agropecuarios- con respecto a los beneficios extraordinarios provenientes de las exportaciones de cereales y carnes, resulta una clara muestra de lo expresado.
Las características de la estructura familiar del trabajador rural, son sumamente distintivas de la conformación de familias urbanas. Si bien el jefe de familia rural está empleado generalmente de manera permanente y constituye el único sostén de hogar; su mujer e hijos también realizan tareas pero de manera no formal en el mismo medio. Las características educacionales, muestran un bajo nivel de instrucción, sobre todo de los jefes de familia temporarios, con un nivel de escolarización que en la mayoría de los casos no completa el nivel primario. En cambio, muchos de los trabajadores permanentes han logrado ingresar y frecuentemente concluir dicho nivel educativo y algunos casos iniciar el nivel secundario. Los hijos de estos trabajadores, en cambio, suelen beneficiarse con acceso a la educación de nivel medio generalmente relacionada con la especialidad agro-técnica en colegios de la zona.
El incremento relativo de la mano de obra calificada va de la mano de los avances tecnológicos. Esta es generalmente temporaria, constituida mayormente por operarios temporarios que usualmente retornan a área urbana luego de efectuar sus labores.
En lo referente a la situación habitacional, los trabajadores viven en el propio campo, residen en una vivienda aparte a la del patrón y además, en algunos casos, cuentan con vivienda propia en el pueblo.
Con respecto a la carga laboral en las tareas rurales, se observa que los trabajadores permanentes gozan de una relativa estabilidad laboral y en algunos casos reciben, aparte del sueldo básico, algún tipo de incentivo o premio a la producción, el cual es percibido al finalizar la cosecha o bien a fin de año. Según la época, trabajan un promedio de 8 a 10 horas diarias. Por oro lado, los trabajadores temporarios no calificados atraviesan una situación de absoluta precariedad laboral, desempeñando tareas a destajo que apenas logran cubrir sus necesidades básicas. El período de mayor trabajo es de tres a cuatro meses (abril, mayo, junio y diciembre), pudiendo extenderse hasta siete meses como máximo. El resto del año sólo consiguen empleo durante 1 o 2 días por semana, poniendo en evidencia una crítica situación económica.
Esta particularidad en la forma de vida y desarrollo de tareas que desempeña un trabajador rural, hace que posea riesgos distintivos para su salud.